miércoles, 28 de octubre de 2009

Regalo


Detalle de un boceto para una pintura - Javier Carricajo - 2009


Todo boceto contiene la magia de la posibilidad. Cuando una imagen se concibe de un modo larvario, y su sistema constructivo permite posibles ampliaciones, modificaciones y profundizaciones, a la propuesta (que de por si incluye toda obra) se le suma la incertidumbre de “concreción final”. Si bien un boceto es por derecho propio una obra (en tanto fue obrado), parte de su sentido y del valor que se le puede otorgar radica en lo que está en potencia.

Un boceto se parece a un tal vez o a un quizás.

El sentido del boceto está mas en el observador (en su modo de ver, deducir y entender lo insinuado) que en dibujo en si . Lo terminado o inconcluso no se puede advertir si no es indicado por el autor o si no tenemos pruebas firmes de esta intención.

Se dice que la concepción original del bozzetto dejaba a estos trabajos por fuera del carácter de obra, y en el mismo sentido, quedaban relegados al momento de ser leídos como parte de la producción “seria” de un pintor. Supuestamente estos dibujos eran material de uso interno del taller, no destinados para ser mostrados al público. Si bien este era de hecho el lugar que esta modalidad ocupaba (por motivos de mercado y por concepciones estéticas del momento), siempre me resultó difícil pensar que la mayoría de los pintores y escultores de la Florencia renacentista los hayan considerado como manifestaciones menores. Sí menores en dimensiones espaciales y en complejidad de planteo técnico, pero jamás desde un punto de vista analítico, poético o de interés formal. Claro está, se trataba de nada mas y nada menos que de la idea en crudo.

Un boceto conserva la crudeza de la ocurrencia espontánea y de la observación fugaz, valiéndose de soluciones inmediatas y sagaces para componer una hipotética obra. Por suerte, desde la contemporaneidad podemos poner en valor estas sutilezas, que sin desarrollarse en profundidad, toman las pautas principales de la idea visual.

-

Una vez regalé un boceto. Creo que incluso era demasiado básico para ser llamado boceto, se trataba de un dibujo muy simple cuya función era recordarme pautas para una obra. Ese regalo lo sentí como una pequeña pérdida (algo que no me había ocurrido en ocasiones de ventas de obras mucho mas elaboradas o en regalos de dibujos en los que invertí cantidad de tiempo). Esa sensación irracional me sirvió para luego reflexionar sobre lo que estaba supuestamente estaba perdiendo (de modo inmaterial).

De tanto en tanto trato de recordarlo, y lo reconstituyo mentalmente con mayor vaguedad aún. Tal vez lo regalé para no olvidarlo. Al no tenerlo cerca, lo mudé del papel a mi cabeza, así, en esa reconstrucción, resalto sus características inacabadas, haciéndolo “más boceto”.


No hay comentarios:

Publicar un comentario